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Más de uno hemos fantaseado con la idea de pasar una noche en un gran almacén. Esconderse a la hora del cierre, y tener todas las secciones y plantas a tu disposición. Siempre que no te vengan a la memoria las numerosas películas de zombis y psicópatas varios, que tienen como escenario las galerías comerciales: la idea de quedarse (en buena compañía) a solas en el gran templo del consumismo puede resultar de lo más divertida. ¿Y en una biblioteca?

Vale que no tenemos tantas secciones divertidas como un gran almacén, pero que duda cabe que también tendría su punto. En la Biblioteca Pública de Nueva York ya lo hicieron en el 2011, aunque de manera autorizada y organizada, como contábamos en Una noche bibliotecaria. Pero lo que realmente supera cualquier fantasía al respecto que pudiéramos imaginar, es la biblioteca nocturna de autoservicio.



La alucinante Open Air Library en Alemania,
una auténtica biblioteca abierta


No, no se trata de fomentar el autopréstamo en las bibliotecas en horario nocturno, ni de abrir un after-library-self-service (con tanto coaches, talents y demás anglicismos gratuitos que saturan los medios, no nos íbamos a quedar cortos) se trata de darles la llave de la biblioteca directamente a los usuarios, y que ellos mismos abran la biblioteca si la necesitan fuera del horario habitual.

Se trata de Open+, la última innovación basada en la tecnología RFID que ha presentado la compañía Biblioteca en la Conferencia Anual de la Asociación de Bibliotecarios de Francia. Se trata de un sistema (ya puesto en marcha en Dinamarca) que permite que determinados usuarios, puedan acceder a la biblioteca al facilitarles el código de acceso que se instala a las puertas de la biblioteca.

Para algunos sería un sueño hecho realidad. La BRMU abierta las 24 horas del día, y ellos con la llave a cuestas. El problema como siempre sería ¿realmente la sociedad española está preparada para algo así? En las bibliotecas nórdicas en las que funciona, el asunto de los posibles hurtos o daños, se resuelve con cámaras de seguridad; pero es que para los nórdicos en general: el respeto a lo que es de todos, lo llevan inscrito en el ADN.



En nuestra biblioteca, con los cerca de 70.000 visitantes mensuales que recibimos, no nos podemos quejar. Pero algunas tropelías (y eso que son en horario normal) como muestran las fotografías de arriba; o el hecho de que, recientemente, hayamos recuperado dvds y algún lector de libros electrónicos, puesto a la venta en tiendas de segunda mano: nos hacen pensar que para que esa apertura total fuera real, habría primero que contar con una apertura mental que incluyese al civismo y el respeto por el bien común.


Fuente: ActuaLitté

BibliOkupa

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Una biblioteca del siglo XXI no puede quedarse de brazos cruzados viniéndolas venir. Si como decíamos en plan sensacionalista en Día de la marmota bibliotecario, los bibliotecarios somos como las cucarachas y las ratas (comparación desagradable donde las haya) en cuanto a nuestra capacidad de supervivencia: ni la anorexia presupuestaria, ni la competencia de lo digital, nos van a dejar fuera de juego. 




Espacio Pático, el primer local colonizado 
por la BRMU

Biblioteca abierta, biblioteca sin muros, biblioteca del nuevo siglo. Si el ciudadano no va a la biblioteca, la biblioteca va a los ciudadanos. Esas son algunas de las máximas por las que se rige nuestro nuevo proyecto de BibliOkupa, una iniciativa que no persigue la originalidad, porque a lo que aspira es a algo tan viejo como las leyes de Ranganathan: que a  cada lector-espectador-oyente, le llegue su libro-película-disco, eso sí: en lugares, en principio, insospechados para toparse con una biblioteca.

Por eso, vamos a okupar un local ya emblemático de esa iniciativa privada que está sacudiendo a Murcia culturalmente durante los últimos años: Espacio Pático(calle San Lorenzo, 5).

Este espacio multidisciplinar será el primero de los locales que vamos a bibliOkupar, y al que llevaremos una exquisita selección de libros, películas, cómics, y discos que han formado parte de las selecciones realizadas para nuestra Pasarela BRMU; y que el público asistente podrá llevarse a casa, simplemente con su DNI.


Será después de la mesa redonda convocada a la misma hora y en el mismo lugar, con la que daremos por concluida nuestra cuarta acción artístico-bibliotecaria, esa Pasarela BRMU gracias a la cual han desfilado desde noviembre de 2014, seis de los diseñadores más talentosos del panorama regional. Fernando Aliaga, Titis clothing, Pedro Lobo, Las culpaSS, Constanza Mas y Carmen Ramil, ellos han sido los protagonistas de esta Pasarela en la que hemos fundido la moda con la literatura, los cómics, la música o el cine. Una mesa redonda bibliOkupática en la que se abordará la moda y su relación con otras disciplinas creativas; sobre el trasfondo de una proyección de algunas de las mejores imágenes que nos ha dejado esta Pasarela BRMU.

Y es que ya lo decíamos cuando anunciábamos esta Pasarela BRMU, allá por el mes de noviembre: 

en la BRMU siempre encuentras algo que ponerte

Bibliotecas por encargo

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Bibliotecas diseñadas por Kinsey Marable

Ya hemos hablado en varias entradas de las bibliotecas del diseñador Tatcher Wine, y quizás porque nuestra dedicación al mundo de la moda de estos últimos meses, nos ha desarrollado algo más el sentido de la estética, ahora nos hacemos eco de otro diseñador de bibliotecas: Kinsey Marable.

Para un amante de los libros, ver las fotografías de estas magníficas bibliotecas es como para una víctima de la moda hojear el Vogue. ¿Quién no querría aislarse en estos espacios exquisitamente decorados, rodeados de estanterías repletas de libros? Sólo una cosa no termina de cuadrar en estas imágenes perfectas: la sospechosa simetría de los libros.

Se trata de bibliotecas por encargo de multimillonarios, Marable las diseña según la personalidad e intereses de sus acaudalados clientes. Lo que vendría a ser el equivalente a un personal shooper pero en bibliotecas (¿personal shooper librarian, sería rizar mucho el rizo?) Que sea un diseñador el que elija la distribución de espacios, el mobiliario, hasta las encuadernaciones como hace Marable, es comprensible, si se tiene el suficiente dinero, y poca afición por el interiorismo; pero que también te elija los libros, siembra dudas sobre el verdadero amor del pudiente cliente hacia la lectura.

Si algo distingue a una biblioteca realmente personal (dejando los asuntos decorativos al margen) es precisamente que esté compuesta por las obras que han sido elegidas y leídas por uno mismo. En otro caso, ¿qué sentido tiene crear tu propia biblioteca? Visto así suena a capricho de nuevo rico, un simple ornamento más de escalada social, en el que los libros no estarán huecos, pero que en nada definen los gustos y personalidad de su propietario. ¿Alguno de los que contabilizan dentro de ese 40% de nuevos ricos surgidos durante la crisis, engrosarán la lista de clientes de Marable?



En las bibliotecas públicas también seleccionamos para los demás; los que trabajamos en ellas, somos los personal shooper librarians de todos. Cada biblioteca pública es la biblioteca privada de miles de ciudadanos, porque cada uno conforma la suya, según va seleccionando libremente lo que quiere leer, ver, escuchar o navegar.

Y ya que hablábamos de hojear el Vogue al principio, precisamente hoy que hemos desmontado nuestra Pasarela BRMU, nada mejor que concluir con este fantástico vídeo que nos resume de la manera más danzarina, nada menos que 100 años de evolución de la moda.




Pasarela BRMU 2014-15. Desfile final y backstage

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Moda, libros, moda, películas, moda, cómics, moda, música.

"La moda es lo que pasa de moda, el estilo jamás" 
Coco Chanel

"La moda es lo que pasa de moda, la cultura jamás
Biblioteca Regional de Murcia


Seis diseñadores, seis pasarelas, seis propuestas culturales para una biblioteca del siglo XXI


+Vídeos-reportajes sobre Pasarela BRMU aquí, y aquí.

Toda la Pasarela BRMU aquí



Centrifugando el 2015 [mayo]

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[Haz clic en las letras verdes, y centrifuga tu cerebro]




Puede que mayo sea el mes de las flores, pero en este blog no somos dados a echar flores gratuitamente, salvo cuando alguien las merece; y el músico murciano Carlos Vudú, se las mereció. ¿Interesados?, sí que duda cabe, pero no todos los días uno de los cantantes con más proyección se decide a localizar uno de sus vídeos en nuestra biblioteca.

Eso hizo que nuestro arranque de mes fuera muy musical, porque la música también protagonizaba la divertida respuesta que descubríamos a la pregunta sobre ¿qué hacen los bibliotecarioscuando cierran la biblioteca?



No fue premeditado, pero ese aire relajado y festivo se extendió a lo largo del mes, y en parte la culpa fue de la diseñadora Carmen Ramil. Sus exquisitas prendas ilustradas (¿dónde mejor pueden exhibirse unas prendas ilustradas que en el templo de la Ilustración?) recuperaban el período de entreguerras en la que ha sido nuestra última Pasarela BRMU.

Eso nos dio pie a una sentida reivindicación de la frivolidad como logro cultural; rescatándola del secuestro al que la tienen sometida la mal llamada prensa del corazón.

Y nos dejamos llevar por los sentidos, aunque a veces se nos confundan en un sinestésico postque nos trasladó desde la tecnología 3D a las carcajadas más irreverentes.



Y si la RAE define a la sinestesia como imagen o sensación subjetiva, algo de eso tuvo nuestra entrada dedicada a Murcia. Como decíamos, cada vez hay más Murcias dentro de Murcia, más visiones, más sensaciones subjetivas que destierran los tópicos heredados para arrojar una visión más que panorámica, casi caleidoscópica.

Y para cerrar el mes, Agatha Christie y el extraño, pero el fondo muy lógico, uso que hacía de la cosmética facial durante las excavaciones arqueológicas de su marido Y por otro lado, la arqueología fotográfica de Patti Smith coleccionando evocaciones de sus ídolos, cual groupie literaria.

Puede que en principio la dama del misterio británica y la madrina del punk no tengan nada que ver; pero seguro que sus rasgos mutuos de inconformismo y curiosidad les habría hecho congeniar a las mil maravillas ante un británica taza de té.



¿Es la BRMU una biblioteca gay friendly?

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El logo de la BRMU con los colores del Orgullo gay, gracias a la aplicación
 con la que Facebook permite mostrar el apoyo al colectivo LGBT


Nos incomoda, como a muchos, el uso de extranjerismos gratuitos. Pero también es cierto que determinados anglicismos han calado tanto a la hora de describir ciertos conceptos, que en ocasiones resultan muy útiles.

Por ejemplo, ese gay friendly sobre el que interrogamos en el título de este post: que no viene a ser otra cosa que la manera que se tiene para calificar a lugares, personas, políticas o instituciones que están a favor del reconocimiento de los derechos del colectivo LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales). Si la BRMU es o no gay friendly, en cualquier caso debería ser respondido quizás por la asociación No te prives, que en nuestra Región representa al colectivo.

Y no sería ninguna cuestión superflua, si aprovechando que estamos en la semana del Orgullo gay, repasamos lo importante que las bibliotecas han sido para el colectivo a la hora de alcanzar la deseada normalización en las sociedades occidentales.

"Abraza a un homosexual", pionera iniciativa del colectivo LGBT

Nada menos que en 1971, la activista por los derechos de los gays Barbara Gittings, organizó la campaña Abraza a un homosexual (Hug a homosexual) en la convención de la ALA (Asociación de Bibliotecas Americanas) como una manera de dar visibilidad al colectivo, y reivindicar la importancia de su presencia en las bibliotecas. Con el consiguiente escándalo para muchos conservadores del sector.

Ya hablábamos en Donaciones interesadas, de cómo las asociaciones gays de Canadá efectúan grandes donaciones de fondos a las bibliotecas de su país, como una forma de sensibilizar a la ciudadanía sobre el respeto hacia sus derechos. Ese reconocimiento hacia el papel y la importancia que las bibliotecas públicas tenemos para ayudar en la concienciación sobre determinados asuntos; deja claro que los activistas del colectivo sí que han sido siempre libraries friendly.

La portada de la polémica
Pero volviendo a los Estados Unidos, todavía en 1992, una simple portada en la revista American libraries (Bibliotecas americanas) en la que aparecía una fotografía reivindicativa del colectivo, despertó tanto aplausos como críticas, por aquellos que sostenían que las bibliotecas estaban glorificando la homosexualidad.

Desde entonces, afortunadamente, se han dado muchos progresos. Ya en los ochenta (en plena irrupción del VIH) nació un tesauro para estandarizar terminología propia del colectivo, y así lograr encabezamientos "más amables" en las catalogaciones de la Biblioteca del Congreso. Hasta llegar a la Comisión del Arco Iris creada en 2010, para la elaboración de bibliografía recomendada a bibliotecas.

Global gay: cómo la revolución gay
está cambiando el mundo
Y es que está claro que cualquier colectivo que aspire a legitimar sus derechos, debe partir de un corpus teórico que le provea de argumentos. Así que un buen baremo a la hora de medir lo gay friendly o no que es una biblioteca, consiste en echar un vistazo a su catálogo.

En la Biblioteca Regional, si rastreamos en nuestros fondos, encontraremos desde obras que abordan la homosexualidad desde la sociología, la religión, la perspectiva histórica, el arte, la medicina, la psicología, la filosofía o incluso la música.

Y si indagamos por el lado de la teorías de género o las políticas queer (políticas marica o bollera: el colectivo gay ha sido maestro a la hora de invalidar al enemigo a través de la apropiación del lenguaje), contamos con los títulos más significativos de autoras como Beatriz Preciado, Judith Butler, Camille Paglia o Itziar Ziga, por mencionar sólo algunos nombres.



Pero por supuesto hay muchísimo más. Las películas, los cómics, la narrativa, hacen que el número de obras que abordan la cuestión de una manera u otra; requerirían de una búsqueda casi estantería por estantería.

Incluyendo por supuesto, libros infantiles. Títulos como Paula tiene dos mamás, Las cosas que le gustan a Fran, o el tristemente célebre Tres con Tango. Y no decimos que sea tristemente famoso porque su historia sea triste, todo lo contrario: sino por el gran número de censuras que lleva acumuladas en muchas bibliotecas.


La última, en las bibliotecas de Singapur, donde junto con otros títulos infantiles que buscan explicar a los más pequeños una realidad con la que tendrán que convivir: las autoridades han decidido destruir todos los ejemplares de la tierna historia de cómo dos pingüinos machos crían a un polluelo.

Por eso, pese a que en todos los Estados Unidos ya sea legal el matrimonio gay (algo de lo que nos podemos sentir orgullosos en nuestro país), a que el Papa Francisco haya abogado por el respeto desde la Iglesia, o a que en un país tan tradicionalista como México, se haya legalizado también la unión entre personas del mismo sexo. Mientras se siga persiguiendo y discriminando en cualquier rincón del planeta a un colectivo: las bibliotecas debemos estar presentes.

Y para poner algo de música a esta panorámica apresurada sobre la relación bibliotecas-colectivo LGBT, no necesitamos subirnos a ninguna carroza. Nada mejor que cerrar con el bellísimo tema de John Grant, Glacier. Su vídeo es el resumen perfecto de ese largo recorrido que se lleva librando desde hace décadas por algo tan básico, como es el respeto a la opción sexual de cada uno:




Sacando los colores

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¿Qué fue de las películas coloreadas? Siempre resulta curioso recordar supuestas modernidades que el tiempo caducó incluso antes de que llegasen a cuajar entre el público.

El intento de explotar los clásicos cinematográficos rodados en glorioso blanco y negro, pintarrajeándolos electrónicamente fue una moda que igual que vino, se desvaneció, para alivio de cualquier cinéfilo de pro. En los 80 las emisiones por televisión de títulos míticos como Objetivo Birmania, El sueño eterno, La calle 42 o Casablanca, sumaron nutridas audiencias que hicieron pensar a los responsables de tales dislates, que el invento tendría futuro. Quienes vieran algunas de aquellas herejías cinematográficas, recordarán los saturados tonos pastel que ensuciaban la expresividad de Humphrey Bogart o Ingrid Bergman, apoyados en la barra del Rick’s Café; y que quitaban las ganas de pedirle a Sam que la tocase otra vez.

La obsesión por modernizarse a toda costa, sólo puede desembocar en el ridículo. El diccionario de la RAE entre las acepciones del término clásico, incluye aquello que “se tiene por modelo digno de imitación en cualquier arte o ciencia”. Hace décadas, las creaciones aspiraban a alcanzar algún día la categoría de clásico; ahora va todo tan deprisa que no da tiempo a que nada se asiente el tiempo suficiente.

Hace unas semanas ha llegado a nuestra biblioteca la edición de  El Quijote modernizado por Andrés Trapiello. Por supuesto que la labor de Trapiello con el clásico cervantino no ha consistido en ensuciar al original, como hicieron con los clásicos del Hollywood dorado: pero ha reabierto el viejo debate sobre lo idóneo, o no, de adaptar a la actualidad, obras inmortales. Desde académicas como Soledad Puértolas, o premios Nobel como Vargas Llosa, defienden estas actualizaciones frente a voces como la de Alberto Manguel, que en un interesante artículo de El País: sostiene que estas adaptaciones no son más que muestras de pereza intelectual.

Tal vez, el mejor argumento para situarse en el punto medio en este debate, sea recurrir a las razones que Italo Calvino daba de ¿Por qué leer a los clásicos? Entre el listado de argumentos de su delicioso ensayo, quizás la razón número 13 que daba el inolvidable literato italiano nos resulte la más adecuada:

"es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo"

Estatua del emperado Augusto
Por eso tal vez lo importante cuando alguien se decide a remover a los clásicos,  no sea tanto el hecho en sí de renovarlos, sino el motivo por el que se hace. En el caso de Trapiello está claro que es el amor por la obra cervantina; en el caso de las películas, no parece que hubiera otra que el puro y duro mercadeo.

Y es que sacarle los colores a los clásicos puede depararnos desagradables sorpresas. El traje de Humphrey Bogart en la famosa escena con Ingrid Bergman en el Rick's Cafe, era de color rosa: de manera que al fotografiarlo en blanco y negro simulase un blanco resplandeciente. Si se recuperase el color original de las pirámides egipcias su solemnidad secular quedaría en entredicho ante la mezcla de colores originales con que se edificaron; o las esculturas de la Grecia o la Roma antiguas, nos parecerían auténticos ninots falleros al resucitar con su policromía original.

De la seriedad que le han dado los siglos,
al colorido drag queen que tenía en su origen

"Hay que ser absolutamente moderno" que proclamó insolente Rimbaud. Pero para los tiempos que corren, la manera de ser más rabiosamente moderno empieza por reivindicarse orgullosamente clásico.

Por eso, nada más propio que acabar en glorioso blanco y negro. No sabemos si Melody Gardot llegará a ser una clásica, pero su elegante (y refrescante) vídeo para su tema Baby, I'm a fool, evoca ese Hollywood añejo que los amantes de los clásicos no queremos que nadie, ni nada, nos ensucie jamás.




Realidad entrecomillada

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Detalle de la fantástica portada que Manuel Estrada diseñó
para Psicopatología de la vida cotidiana de Freud


Un, muy recomendable, título
reciente en nuestras colecciones
Fue el genial Vladimir Nabokov, el que en su prólogo a su obra maestra Lolita, escribió: "Realidad", una palabra que no significa nada sin comillas. Y como en tantas otras ocasiones, definió certeramente el carácter esquivo, resbaladizo y cambiante dealgo que todos creemos entender, pero que pocos alcanzamos a definir con claridad. Sólo el entrecomillado puede dar sentido a la realidad como concepto general, porque para cada uno "su realidad" es distinta de la del otro; y la que compartimos entre todos, no deja de ser el resultado de un acuerdo tácito, una cláusula del contrato social. Un acuerdo al que llegamos, por aquello de que nos necesitamos unos a otros, y estamos obligados a compartir espacios.

La actriz Mara Wilson sabe mucho de eso, y lo sabe por experiencia propia. Desde que protagonizara la deliciosa adaptación el cine del clásico juvenil de Roald Dahl, Matilda (1996), la actriz ha desarrollado una carrera como actriz, escritora y dramaturga de lo más interesante; pero su nombre ha saltado a los medios últimamente por otra razón.

Wilson grabó un vídeo para el proyecto UROK, que lucha para acabar con el estigma social que recae sobre las enfermedades mentales. Mara ha sufrido durante años ataques de ansiedad, trastorno obsesivo compulsivo y depresiones: decidida a dar un paso al frente, la actriz confiesa cómo ha conseguido apaciguar lo que durante muchos años la ha atormentado, como una manera de darle visibilidad a los trastornos mentales, y ayudar a otras personas que se encuentren en situaciones parecidas:



En el papel de Matilda, Mara interpretaba a una niña con poderes telequinésicos, que se evadía de su realidad a través de la lectura. Aunque más que evadirse de la realidad, lo que Matilda hacía era crearse una realidad propia, una realidad más amable, más confortable. Y, ¿quién no se está creando realidades más amables en su cabeza continuamente?

Tal y como cuenta en el vídeo, Mara Wilson tiene un show bajo el nombre de ¿Qué te da miedo? con el que busca compartir miedos, y reírse de ellos. Y la autora de cómics Ellen Forney hace exactamente lo mismo en su delicioso título autobiográfico: Majareta, manía, depresión, Miguel Ángel y yo.

Forney descubrió al cumplir los 30 años que padecía un trastorno bipolar. La crónica que hace de su enfermedad en este cómic no puede ser más positiva, sin ahorrarnos ninguna de sus dudas, temores y miedos. Como artista, el temor a que la medicación perjudicara su creatividad, fue su primera preocupación. Pero como dijo Bernand Shaw: "los espejos se emplean para verse la cara; el arte para verse el alma" Y Forney optó por mirarse en el espejo del arte, por mirarse en Van Gogh, en Paul Gaugin, Tenesse Williams, Mary Shelley, Virginia Woolf, Joan Miró o el mismísimo Miguel Ángel Buonarrotti;  en tantos y tantos creadores que padecieron en el pasado trastornos mentales, y que de su tormento hicieron su fortuna.


Los espejos se emplean para verse la cara; el arte para verse el alma. - See more at: http://www.citasyproverbios.com/citas.aspx?tema=Arte#sthash.in44eGYx.dpuf
Los espejos se emplean para verse la cara; el arte para verse el alma - See more at: http://www.citasyproverbios.com/cita.aspx?t=Los%20espejos%20se%20emplean%20para%20verse%20la%20cara;%20el%20arte%20para%20verse%20el%20alma.#sthash.TQ0MME2U.dpuf


Ya hemos hablado en varias entradas de la biblioterapia que lleva a cabo la School of Life (Escuela de la vida) en Londres. Los biblioterapéutas de esta escuela, entre los beneficios que citan a la hora de ensalzar las ventajas de sus tratamientos, mencionan el de mitigar la soledad: el consuelo que da encontrar expresado por otros, esos pensamientos, ideas o sensaciones que hasta entonces creíamos únicas y exclusivas de nuestra persona.

Esta biblioterapia es algo que la asociación murciana A.F.E.S.(Asociación de Familias y Personas con Enfermedad Mental) lleva practicando desde hace años en la Biblioteca Regional. Cada semana, acompañados de monitores, acuden a nuestro centro grupos de esta asociación a por su dosis de cultura y diversión, como una parte más de su terapia.




Y ha sido en esta asociación, donde una de las entusiastas alumnas que este año han realizado su prácticum en la Biblioteca Regional, ha desarrollado su Trabajo fin de grado. La enérgica Vanessa, después de revolucionarnos (para bien) junto con sus compañeras, ha planteado su trabajo como una manera de biblioterapia que va más allá de lo propuesto por la Escuela de la Vida londinense.

Santi, Juanjo, Paco, Miguel, Víctor, Antonio y Rafa (que así se llaman los integrantes del grupo con el que ha trabajado Vanessa), han desarrollado actividades que ellos ven como ideales para una biblioteca pública; y de esta manera tan sencilla, han hecho más suya a la Biblioteca Regional.

Mural con los nombres de las distintas acciones
ideadas por los chicos de A.F.E.S.
(pinchar para ampliar)

Desde enriquecer la sección de visionado de películas, añadiéndole puestos para escuchar música, y celebración de cinefórums; pasando por potenciar todo lo relativo al cómic manga, incluyendo merchandising y disfraces; talleres y recitales en los que la poesía y la filosofía fueran las protagonistas; acercamientos didácticos y divertidos al mundo de la ciencia; o cursos radiofónicos y de fotografía. Toda esta tormenta de ideas han conformado la acción formativa Cre@Cultura.

Y nos han dado un nuevo ejemplo de la gran labor que las bibliotecas podemos desarrollar como instituciones útiles, integradoras: que sirven en definitiva, para que esa realidad entre comillas de la que hablaba Nabokov, resulte algo más amable y llevadera para todos.

Risas enlatadas

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No nos consta que se haya publicado ningún estudio de ninguna universidad lejana, de nombre exótico, que demuestre que: a menor calidad en los guiones de una comedia televisiva (las denominadas sitcom en el argot televisivo), mayor número de risas enlatadas para inducir a la hilaridad por imitación.

La serie sobre Hannibal Lecter que tan buenas
críticas recibió, y se canceló tras su tercera
temporada
Aparte del bostezo, la risa es lo más fácil de contagiar (junto con la estupidez, según dicen, pero no vamos a ahondar en eso ahora). Pero cuando el silencio en el salón de casa atruena más que las risas enlatadas; el veredicto de los audímetros al día siguiente, puede resultar de lo más desolador. Lo más probable, salvo milagrosa remontada en la siguiente semana, es que la cadena que la emite, cancele la serie.

Series míticas ahora como Los Soprano, The wire, Breaking bad (esas que nuestro público se lleva con ansiedad de nuestra Mediateca), si no llegan a nacer fuera de la televisión generalista (cadenas de pago mediante) nunca habrían llegado ni a la segunda temporada, ni habría provocado esta edad de oro en la ficción televisiva que estamos viviendo.

La rentabilidad inmediata, el éxito a la primera, se avienen mal con el poso que requiere urdir algo mínimamente creativo. El concepto de industria cultural viene bien para definir que la cultura requiere de infraestructuras que la hagan posible; pero aplicar la lógica de la producción en cadena a la creación, no parece lo más acertado (por mucho que la filosofía warholiana haya triunfado en el mundo del arte por todo lo alto, Jeff Koons mediante).




El tempus fugit en la era de lo digital no da tregua, y sólo ama la novedad; y eso se extiende a todos los ámbitos. En los escaparates de las pocas librerías que subsisten, se amontonan los mismo best sellers; en las cadenas de multicines se multiplican las mismas películas, marginando títulos que antes se estrenaban con menos pantallas. Minimizar riesgos, maximizar tendencias: la uniformidad de los gustos es el sueño húmedo de cualquier multinacional.

Viñeta de lo más ilustrativa de Shintaro Kago
Cada vez cuesta más disentir, aplicar una sana resistencia al pensamiento único, protegerse del aturdimiento al que someten a nuestro cerebro tantos estímulos.

Uno de los pocos lugares donde es posible convertir la disidencia en hábito saludable es en la biblioteca. Mientras en los gimnasios los cuerpos intentan clonarse para asemejarse al canon estético que marca la publicidad; en las bibliotecas, cada uno puede confeccionarse su propia tabla de ejercicios lectores, con los que crearse una opinión propia.

Y no se trata de simple verborrea bibliotecaria, en este caso la coletilla publicitaria "demostrado científicamente", no incurre en publicidad engañosa. Han sido investigadores de la prestigiosa Universidad de Standford los que han comprobado los beneficios estrictamente físicos que produce la lectura. El estudio (sí, otro estudio de una universidad, pero éste es de la de Stanford, un respeto) que están desarrollando entre neurobiólogos, radiólogos y expertos en humanidades consiste en efectuar resonancias magnéticas a los cerebros de voluntarios, mientras leen fragmentos de novelas de Jane Austen.


La última aventura de Pixar (Del revés), transcurre en el cerebro


Los resultados les han sorprendido al constatar el aumento del flujo de sangre a zonas del cerebro más allá, de las que se implican normalmente, cuando estamos prestando mucha atención a una tarea. Según las primeras conclusiones, dependiendo del estilo de lo que leamos: se activan patrones distintos en nuestro cerebro; y se coordinan funciones cognitivas mucho más complejas que las que se movilizan cuando se trata de trabajo o juego. ¿Qué reacciones provocaría leer este blog dentro de una máquina de resonancia? Afortunadamente Standford nos queda lejos.

Pero sin necesidad de resonancias magnéticas, ni estudios multidisciplinares, nos atrevemos a asegurar que para evitar que el pensamiento se convierta en un acto reflejo, como el que intentan provocarnos esas risas enlatadas del principio: la única prevención posible se encuentra en las bibliotecas.

Por eso vamos a cerrar con otro experimento, que resulta tan incómodo como estar dentro de un túnel de resonancia magnética. Visionar escenas del clásico del terror El resplandor de Kubrick, con banda sonora propia de una sitcom: es un cruce de mensajes a nuestro cerebro, que confiamos no provoque ningún cortocircuito neuronal a nuestros seguidores.




La bibliohamaca y el chapuzón

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Como cada julio, nuestro bibliobúses han iniciado sucampaña de verano. Los verdaderos pioneros en eso de la BibliOkupación de espacios urbanos, ya están recorriendo playas, y prestando a diestro y siniestro a pie de chiringuito.

Que las bibliotecas no son de fiar no lo vamos a descubrir aquí, aprovechamos la relajación estival y la atención despistada de la población mientras disfruta sus vacaciones, para intentar meterles la cultura de las formas más sibilinas. Si hay un hábito irrefrenable en cualquiera que esté de vacaciones, sea en la playa, en el campo o en la montaña: es la de tumbarse a la bartola. La imagen por antonomasia para representar las vacaciones: es la de una hamaca. Y en Francia, dos estudiantes de diseño en Artes decorativas en París, han desarrollado el no va más en esto de inducir a la lectura en vacaciones: la Bibliohamaca (traducción más que libre que hemos hecho de su nombre original).


No hay más que ver  las fotos para entender en qué consiste el invento. Amandine Lagut junto con su compañera Charlotte Thon, consiguieron fabricar su prototipo gracias a una campaña de crowfunding. El verdadero diseño primigenio de Lagut y Thon, es la Cheminambule, y consiste en un puesto ambulante que se desplaza a pedales,  y con el que, en un momento, se puede montar un agradable merendero para barbacoas o parrilladas, en cualquier plaza o espacio urbano. Pero la adaptación que más nos gusta de esta idea es la Bibliambule; en vez de un puesto de venta de comidas ambulante, una biblioteca ambulante que al abrirse despliega un total de 7 hamacas en las que tumbarse relajadamente a leer.



El invento ha tenido tal acogida, que algunas ciudades ya están encargando su Bibliambule, como prolongación de sus servicios de lectura. Como explican sus artífices, era una manera de hacer llegar la lectura de una forma divertida y ágil a poblaciones que en muchas ocasiones no son muy dadas a leer.

En Murcia con las temperaturas que gozamos la mayor parte del año (excluyendo el abrasador verano), la BRMU debería plantearse sumar a su flotilla de bibliobúses, unos cuantas Bibliohamacas. Los bibliotecarios conseguiríamos unas piernas estupendas para lucir en bañador; y nuestras plazas y calles estarían de lo más divertidas y lectoras.




Tipos de bibliotecas móviles hay muchos, y de los más peregrinos (Biblioburros en Colombia, Bibliodromedarios en Mongolia, las Biciclotecas en Brasil, los Biblioisocarros en la India, etc…), pero para completar la hamaca con el chapuzón posterior, optamos por la Biblioteca flotante de Minnesota (Estados Unidos). Con horarios establecidos y préstamo de libros, en mitad del lago Silver, es posible acercarse en kayak, canoas, patines o barcas, hasta la refrescante Biblioteca flotante. Como bien especifica en su normativa: se puede ir nadando hasta la Biblioteca, pero no se aconseja por las corrientes del lago, y porque una vez allí, no se dejará subir a los nadadores. Pese a ello, si algún valiente se atreve, no hay problema: los libros llevan fundas impermeables.

Queda claro tras revisar tales inventos, que por tierra, mar o aire, las bibliotecas no cejan en su empeño por fomentar la cultura. Así pues, mezámonos relajados en la hamaca al rico son de un cálido tema, por ejemplo de Caloncho, y disfrutemos mientras tanto de una buena lectura.




El aura y Spotify

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El logo de la mítica compañía discográfica: La voz de su amo


Walter Benjamin falleció en 1940, por lo que difícilmente podía prever lo que iba a suceder con la industria de la música casi un siglo después. Pero sin ánimo de profetizar nada, el filósofo y ensayista alemán más amado por las nuevas generaciones, ya dejó claro en la primera y convulsa mitad del siglo XX, lo que iba a acontecer con la música a partir de entonces.




Totalmente desacralizada, manufacturada, y expoliada su aura, la experiencia musical que en los siglos precedentes suponía toda un liturgia, un acto exclusivo y único: se convertía en objeto de usar y tirar a partir del momento en que el gramófono permitía reproducirla una y otra vez en el salón de casa. Así que no es de extrañar que la primera industria que ha quedado herida de muerte ante el empuje tecnológico, haya sido precisamente la de la música. La industria del cine le siguió (el todopoderoso productor Harvey Weinstein declaraba hace poco que: "cuando alguien ve una película en un móvil solo te queda llorar"); y ahora es la industria editorial, la última por ser alcanzada por la onda expansiva de lo digital.

¿Será por eso que la gastronomía y la moda ocupan cada vez más espacios en los medios? En el texto de presentación de Fernando Aliaga en nuestra Pasarela BRMU, sosteníamos que las sociedades necesitan rituales, y tanto la moda como la gastronomía resultan efímeros, consumibles y altamente ritualizables. ¿Los chefs y los diseñadores han venido a competir con las estrellas del rock y del cine?

Pero elucubraciones aparte, el promotor Pino Sagliocco, todo un referente durante las últimas décadas, se lamentaba en una entrevista de la falta de renovación generacional entre las grandes estrellas internacionales de la música. Décadas después de su irrupción, los únicos que siguen agotando las entradas en los macroconciertos de estadio son bandas como U2, AC/DC, Los Rolling o Madonna. Figuras marginadas en las radios comerciales anglosajonas, que excluyen a todo artista que supere los 40; pero que preservan aún el estatus de sumos sacerdotes para feligreses de todo el mundo.

Ya no hay presupuesto para grandes vídeos, y el streaming o los politonos hacen que consumir música se parezca cada vez más a comer pipas. Los festivales de música siguen gozando de muy buena salud; pero muchas veces, se confunde el genuino amor por la música en directo, con la sospecha de servir como mera excusa para un macrobotellón. Como contrapartida,  el aumento de ventas de vinilos supone un movimiento de resistencia a todo esto, que deja claro que en estos tiempos vertiginosos: a cada tendencia le acompaña su movimiento de resistencia.





Por todo eso, resulta tan interesante el Mapa Musical de las Ciudades del Mundo, que ha publicado la plataforma Spotify, y que desvela lo que más se escucha en las ciudades de tres continentes. Una estupenda manera de perder el tiempo, ir pinchando en las mil ciudades que aparecen señaladas en el mapa, e indagar sobre qué tipo de música copa los primeros puestos. Y es un buen ejercicio, porque en contra de lo que pudiera pensarse, tras dejar claro que el género que más se escucha en general es el hip hop; Spotify ha discriminado en cada ciudad lo que la distingue del resto, lo cual depara no pocas sorpresas.

Y una de ellas, es que entre esas mil ciudades se encuentra Murcia. ¿Qué se escucha en Murcia a través de Spotify? David Bisbal aparece, pero prácticamente como solitario representante de su estilo de música. El listado está dominado por grupos indies, y por una evidente querencia por la tierra.

Los grupos murcianos Varry Brava, Viva Suecia, Second, comparten puestos con Lori Meyers, Supersubmarina, Izal o Robe. Es una buena noticia que los usuarios de Spotify en Murcia, apoyen la escena local; ya hemos hablado en varias ocasiones de la estupenda época que está viviendo la música con denominación de origen murciana; y esa acogida por parte de los melómanos murcianos, siempre es positiva.



La alucinante Hyundai Car Libray of Music de Seul

Y es que por mucho que se desacralice, que pierda el aura, o que determinadas formas de consumo la maltraten: la evidencia es que no podemos vivir sin música. Sólo hay que mirar una vez más a una de las potencias emergentes que más lecciones nos dan en su defensa de las bibliotecas: Corea del Sur. La Hyundai Car Library de Seul, abrió sus puertas recientemente para ofrecer sus más de 10.000 vinilos, en la que es desde ya, la biblioteca dedicada a la música más grande del mundo. Un alucinante espacio con todos los estilos de música imaginables, que se puede escuchar en tocadiscos disponibles para el público.

En la BRMU (aunque ya dijimos que Queremos ser surcoreanos) no podemos aspirar a tanto, pero en lo que respecta al momento musical que está viviendo Murcia; estamos pendientes de lo que se va editando, para así conservarlo en nuestra sección de Fondo Regional, al tiempo que se disponen ejemplares para el préstamo en nuestra Mediateca.

Pero queremos ir más allá, estamos fraguando un proyecto sobre música hecha aquí durante las últimas décadas, que esperamos que pueda ver la luz con el nuevo curso. De momento, hasta aquí podemos leer. Mientras tanto, nos conformamos con disfrutarla, a ver si así conseguimos recomponer en algo ese aura de respeto que toda disciplina creativa se merece.





Centrifugando el 2015 [junio]

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[Haz clic en las letras verdes, y centrifuga tu cerebro]


El mes de junio arrancó con algo que puede considerarse como un hito en la trayectoria de este blog. Un simple post, Bibliotecas low cost, se hizo viral en pocas horas y alcanzó picos de visitas, comentarios en redes sociales, y lo más inaudito: provocó un artículo a doble página en la prensa escrita, concretamente en el periódico La opinión.

Desde nuestra perspectiva, se han publicado post tan interesantes como éste, o más, y no han tenido esa repercusión. Pero ya se sabe que los designios de Internet son inescrutables. Y todo por una sencilla pregunta lanzada en las redes que actuó de cebo: ¿cómo es posible que cerca de 400 usuarios de bibliotecas en Murcia, vivan todos en el nº 55 de la Ctra. de Santa Catalina?




¿Ha provocado tal insólita repercusión que el blog tenga más seguidores desde entonces?, no lo parece por las estadísticas; ¿hemos conseguido despertar un mayor interés por las bibliotecas, que es al final de lo que se trata?, nada nos permite afirmar tal cosa. El Sic transit gloria mundi (Así pasa la gloria del mundo) es aún más cierto en el mundo digital. Y precisamente sobre este asunto nos preguntábamos en otro post de este mes: ¿qué habría sido de Greta Garbo en la era de Facebook?




Un no-seguidor, más bien un troll, a través de Twitter nos atacó por hablar y seguir por de esta red social el fenómeno de El Rubius, que sacamos a colación a raíz de esta entrada (bueno, y por ser funcionarios, pero eso ya va en el puesto). Y es que algunos no terminan de comprender que en las bibliotecas del siglo XXI, se puede, y se debe hablar de todo.

Pero el mes también dio para asuntos aparentemente más frívolos; pero que en realidad no lo son para nada; y que también obtuvieron repercusión en medios escritos ajenos a la biblioteca.

Uno de nuestros empeños durante el curso pasado, fue el de celebrar un desfile de moda en nuestras salas (idea que no descartamos para el futuro) pero como la logística y los costes no lo ponían fácil, después de todo, y de otro modo, conseguimos nuestro desfile final. Aunque fuera una mesa redonda y el lanzamiento de un nuevo proyecto, lo que nos sirvió de colofón para nuestra querida Pasarela BRMU.



Fernando, Irene, Pedro, Marta, Alexandra, Constanza y Carmen (los citamos por sus nombres como señal de cariño y agradecimiento a toda la ilusión, ganas y creatividad que han puesto en este proyecto), fueron los deliciosos contertulios en esta reflexión sobre moda, sostenibilidad, cultura, sociedad y mil asuntos más que salieron a relucir en una actividad pionera que estrenamos en Espacio Pático.

BibliOkupa. Así la hemos bautizado, y gracias a la complicidad de Mamen Navarrete se concretó por primera vez, con vistas a seguir desarrollándose en más espacios: aliando de alguna manera a la Biblioteca Regional con la pujante iniciativa privada cultural que está sacudiendo a Murcia. El reportaje que Müsh Magazine hizo sobre el evento, es el mejor resumen en imágenes de aquella estupenda velada.



Los horarios en la BRMU siempre han sido una patata caliente, que periódicamente nos asalta de una manera u otra; así que dedicar una entrada a una biblioteca cuya llave la tienen los usuarios no resultaba nada gratuito, y además nos permitió abrir un pequeño debate sobre la madurez de nuestra ciudadanía a la hora del respeto a los bienes que son de todos.


Y una vez comprobado que la moda, lejos de ser algo frívolo, es un asunto que sirve para abordar todos los temas que se quiera, era inevitable que terminásemos llevándola por completo hasta nuestro terreno; y dedicásemos un nuevo post a la decoración de bibliotecas. Y de paso, no sabemos si acuñamos un nuevo concepto con futuro: los personal shoopers librarians.



¿Biblioteca o discoteca?

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Si había una anécdota habitual cuando no imperaban los móviles tanto como ahora, y de la que casi ninguna biblioteca se libraba: era la de la llamada telefónica al fijo de algún usuario, que éste no se encontrara en casa; y nos atendiera algún familiar con problemas auditivos. La confusión entre biblioteca y discoteca era todo un clásico: no sabemos si porque en la mayoría de los casos la afición del nieto o hijo era más proclive a las discotecas que a las bibliotecas; o porque a ciertas edades se añoran más las discotecas que las bibliotecas.

Como explica el lingüista aficionado Saul H. Rosenthal en su libro Todo el francés que usas sin saberlo, las palabras biblioteca, discoteca y disco (en este orden evolutivo) establecieron un auténtico baile desde su origen francés, hasta llegar a colarse en el inglés, y terminar implantando el término global de Disco, para referirse a los locales donde se baila al son de los ritmos de moda. Así que lo que contamos a continuación, tiene todo el sentido.

"La décima planta es para estudiar en silencio"

Ya hablábamos en Silenciode las Silent Reading Parties, algo que se hace en las bibliotecas desde la noche de los tiempos (leer en grupo en silencio) y que ahora adoptan bares y cafés. Por ello, resulta de justicia que ahora las bibliotecas nos apropiemos de lo que se hace en las discotecas: bailar y escuchar música (lo de ligar no hace falta que nos lo apropiemos, porque desde siempre la biblioteca ha sido un buen sitio para ligar, al menos en teoría).

Durante los últimos tiempos han sido varias las bibliotecas que han puesto en práctica lo de convertirse en una Discoteca silenciosa. Se trata de bailar al son de una misma música compartida, tal cual como mandan los cánones discotequeros: sólo que con unos auriculares puestos. No disponer de unos auriculares en este caso es realmente quedarse fuera de la fiesta; aunque también resulta de lo más curioso, observar a un nutrido grupo de usuarios sacudiéndose en silencio al ritmo del DJ, como en una película muda. Pero una imagen en este caso, sí que vale por mil palabras. La de la biblioteca de Powell en la Universidad de Los Ángeles, donde se celebró uno de estos eventos silenciosos, resulta de lo más elocuente:






Las Discotecas silenciosas, forman parte de los denominados Eventos silenciososque de un tiempo a esta parte se han ido extendiendo, y haciendo surgir nuevas empresas que se dedican a organizarlos, allá donde los reclaman. En la BRMU queremos una desde ya, aunque probablemente después no caigan las críticas de un nutrido grupo de nuestros visitantes, que son extremadamente celosos sobre lo que debe ser una biblioteca; aunque pasen casi siempre de los servicios y actividades que organizamos.

Bibliotecarias rancias, como manda el canon,
vengándose en la calle a bordo del bibliobús


Recientemente, el escritor Gustavo Martín Garzo en su artículo Coleccionar silencioshablaba de la Biblioteca 10 de Helsinki, y de cómo su oferta de servicios incluye desde leer en hamacas, dormir la siesta, hacer negocios, bailar o tocar la guitarra; y que ha hecho que se incremente el número de usuarios del centro; arrinconando para ello, en algunos momentos, el sacrosanto silencio que se supone debe reinar en las salas de una biblioteca.

El silencio en las bibliotecas es un atractivo que no deberíamos perder en este mundo ruidoso, como denuncia Martín Garzo (y aún más en un país como el nuestro, tan poco respetuoso del control de decibelios). Pero para muchos de los estudiantes que en periodos puntuales, abarrotan nuestras salas: silencio es sinónimo de inmovilismo. Y de esta manera entramos en el eterno debate: ¿debemos coartar la puesta en funcionamiento de nuevos servicios, a causa de quienes infrautilizan nuestras instalaciones usándolas como simples salas de estudio?

Lo que nos jugamos al elegir entre una cosa u otra puede ser la irrelevancia absoluta de las bibliotecas en el siglo XXI; y eso, es algo que no podemos permitirnos. Encontrar el equilibrio entre pasado y presente, y sobre todo: saber transmitir a la gente que si el mundo ha cambiado, las bibliotecas no pueden dejar de hacerlo, son los grandes retos que tenemos las bibliotecas.

Tal vez así, la eterna duda existencial de todo joven que se precie sobre si ir a la biblioteca o a la discoteca, quede de una vez resuelta al poder bailar y estudiar en el mismo sitio. Y para cerrar, nada mejor que una escena de la simpática película Begin again (próximamente en nuestras colecciones) que viene muy a cuento. La pareja protagonista decide compartir sus gustos musicales a través de los cascos en su paseo por la ciudad. La imagen de los dos bailando a su ritmo en mitad de una discoteca, casa a la perfección con todo lo hemos dicho en este post.




Egosurfing (o qué poco hemos cambiado)

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Llucia Ramis ganó el premio Josep Pla de novela 2010 con Egosurfing. Una novela con un título oportuno, y un estupendo diseño de portada. Egosurfing, según la Wikipedia, consiste en la práctica de buscar el propio nombre en buscadores de Internet para localizar referencias, y así (si todo va bien) masajearnos un poco el ego.

La protagonista de la historia escribe libros de autoayuda, lo cual también resulta muy acertado para el retrato generacional que Ramis lleva a cabo. Si algo caracteriza por encima de todo, el momento que estamos viviendo, es la infinita capacidad que tiene esta época para empujarnos a mirarnos obsesivamente el ombligo.

Seguro que habrá alguna teoría sociológica, filosófica o psicológica: que argumente que en una economía de mercado feroz en la que el consumo se alimenta de nuestras inseguridades, anhelos y deseos (manipulándolos): sea inevitable que la apariencia de socialización que ofrecen las redes, se utilice para intentar reforzarnos frente a los demás, para valorizarnos inventando vidas paralelas, tal cual como hacen los famosos.

Panel perteneciente a la exposición itinerante de la BRMU:
Esto no es un cómic


En la década de los 60, cuando el desarrollismo favoreció el crecimiento de esa clase media que tan vapuleada se encuentra ahora; en más de un tebeo Bruguera, que tan certeramente retrataban al españolito de a pie: un chiste habitual en estas fechas veraniegas, era el de la familia que se encerraba en su piso, bajaba las persianas y vivía clandestinamente durante el mes de agosto, para así hacer pensar a los vecinos que ellos también se iban de vacaciones. Décadas después, el aparentar lo que no se es, o maquillarlo está más fácil que nunca gracias a Internet.



Antes incluso de volver de vacaciones o de viaje, ya es un hábito el subir fotografías de dónde nos encontramos para que todos nuestros contactos puedan comentarnos la envidia que sienten. Los creativos publicitarios han sabido desde siempre explotar con maestría o burdamente (pero casi siempre con buenos resultados) nuestras pulsiones más básicas; y así campañas publicitarias basadas en la envidia, hay miles.


"Envidia" anuncio de la marca de automóviles BMW


Pero volviendo al ámbito digital, el vecindario que nos juzga ahora a través de las redes sociales es enorme y en muchos casos, anónimo; y sin embargo, casi nadie renuncia a estar presente en las redes. El refuerzo positivo de un Me gusta o un retweet, causa adicción; y de ahí a que algunos quieran rentabilizar nuestras aficiones-adicciones hay sólo un paso.

En el interesante artículo El enfermo virtual de Virginie Bueno, publicado en la edición española de Le Monde Diplomatique, se recorren los diferentes momentos por los que ha pasado la denominada adicción a Internet, a la hora de ser considerada como una patología catalogable dentro del, cada vez más voluminoso, DSM-5 (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales). En los últimos tiempos, la denominada "Biblia de los psiquiatras" es cada vez más cuestionada, y lo que cuenta Virginie Bueno respecto a la inclusión o no de la adicción a las redes en el famoso vademécum, no parece que vaya a disipar las dudas que muchos profanos y especialistas plantean ya abiertamente sobre el DSM-5.


Ilustraciones de Jean Jullien sobre nuestras ciberadicciones


Algunos de los argumentos que se esgrimen para considerar si la adicción a Internet se puede considerar algo patológico o no, se dirimen atendiendo al hecho de si las horas de navegación se dedican al trabajo o al ocio; si se da el segundo caso, el riesgo de trastorno mental se agudiza. Curioso, ¿no? Si producimos, por horas que le echemos, no estamos enfermos; pero si lo hacemos por ocio, puede que estemos enfermos.

Pero como estamos en verano, y en la mayoría de medios impresos proliferan test de las más diversas naturalezas como sinónimo de algo liviano, en este blog no vamos a ser menos. Puestos a echar el rato, vamos a por un test. El test de Orman o test de dependencia a Internet, se supone que mide el grado de ciberadicción que se sufre. Aquí traducimos algunas de las preguntas que conforman el test  (el test completo para quien quiera autodiagnosticarse en este enlace):

  • ¿Pasamás tiempoconectado a Internet, del que había pensado en un principio? (el internauta que conteste negativamente a esta pregunta, resultará sospechoso de ser más falso que Judas)
  • ¿Le molesta limitar el tiempo que pasas conectado a Internet? (¡a la mesa!… ¡he dicho que a la mesa!!!!!…¡el día menos pensado corto el wifi y os vais a enterar!) 
  • ¿Le resultadifícil permanecersin estar conectadopor unos días? ("hotel de montaña con wifi", ¡Y una chufa!. Ahora mismo los hundo con un comentario en su web. Pero antes, a ver cuántos han compartido lo que puse antes de irme….¿nadie?, ¿por qué?, no lo comprendo, si era muy bueno. La próxima vez publico algo con gatos)
  • ¿Existenáreas de Internet, sitios específicos, difíciles de evitar? (¿qué querrán insinuar con sitios difíciles de evitar??? Ejem, no entiendo esta pregunta, no sé a qué se refieren) 
  • ¿Tiene problemas paracontrolar elimpulso de comprarproductoso serviciosrelacionados conInternet?  (en nuestro caso, si son libros, películas, cómics o música. Decididamente sí. Es una forma de justicia poética: usar lo digital para fomentar lo tangible)



Y echamos de menos una pregunta, las más vergonzante de todas, que no deberían haber olvidado incluir en este test: ¿Practica el egosurfing?

Si acaso fuera posible aplicar este test al blog de una biblioteca, tendríamos que reconocer ante esta última pregunta, que claro que sí. No podemos evitar ser vanidosos, y cualquier mención o enlace en web ajena a nuestra biblioteca, nos hace felices. Pero mientras seamos capaces de empatizar con la protagonista de este vídeo, y no con los que la rodean: no empezaremos a preocuparnos de verdad.


Posos de café. Primera taza

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El Roto dedicó una de sus certeras viñetas a las librerías, 
  pero perfectamente podría ir dedicado a las bibliotecas.


Si se ha viajado a algún país escandinavo, y entre visita turística y monumento, se tiene el vicio de perderse en algunas de las librerías que salen al paso: probablemente se habrá topado con alguno de esos establecimientos cálidos que propician los diseños del norte de Europa, en los que es posible hojear libros, mientras se degusta un café o se come algo de repostería; a ser posible frente a un ventanal lluvioso, que venga a completar el idílico momento.

La alianza café-lectura-escritura es ya un lugar común.Ya hablábamos del informe sobre bibliotecas en Inglaterra, en el que se recomendaba que las bibliotecas copiasen a los coffee shop, o más chocante todavía: la noticia de las bibliotecas  inglesas que estaban siendo reconvertidas en bares.

En nuestro país los cafés literarios son todo un clásico. El reciente movimiento en las redes en contra del cierre del mítico Café El Comercialen Madrid, expresa bien esa vinculación entre cafés y cultura.

En Murcia, tenemos y hemos tenido variados ejemplos de cafés volcados en la cultura. Desde los clásicos Ítaca o el Zalacaín, a los desaparecidos El Continental o Aula. Durante los últimos años se han abierto algunos tan interesantes como el Ficciones o Espacio Pático; y precisamente nuestro seguidor Luis Sánchez (su novela Sin anestesia está en nuestras colecciones) nos dejaba un comentario en Al calor del amor en una biblioteca, en el que recordaba la cafetería-librería Espartaco, en Cartagena, y el generoso letrero que colgaba en ella avisando: “No es obligatorio consumir: puede sentarse a leer”.


Según un reciente estudio de la Universidad de Granada, el valor antioxidante de los posos del café es hasta 500 veces mayor que el de la vitamina C;  y no necesitamos estudio alguno que nos demuestre los efectos antioxidantes que la lectura tiene para el cerebro. Quizás sea por eso que a los quirománticos, videntes y demás faunas televisivas de madrugada, les da por la Cafeomancia o la Teomancia.

Y tampoco en este caso, necesitamos de estudio alguno que nos confirme que fiar nuestro futuro a lo que nos digan los restos de una bebida, por saludable que esta sea: lo único que denota es nuestro déficit de lecturas provechosas.

Afortunadamente, la ilustradora Maria A. Aristidou le da un uso a los posos de café mucho más interesante y vigorizante para su talento. Sus retratos dibujados con café le están haciendo célebre en la red; y algunos de ellos nos sirven para decorar el salón de té que hemos montado en este post. El agente Cooper de Twin Peaks, Bob Marley, soldados imperiales de Star Wars o la carismática Daenerys Targaryen de Juego de tronos, son algunos de los personajes que gusta de retratar con tan aromática sustancia.


El escritor best seller Laxman Rao en su puesto callejero de té,
con el muestrario de sus novelas en el suelo y una mesa



"¿Un salón de té?, ¿un salón de té? con esa mala leche un salón de té" que cantaban los Radio Futura en su clásico Paseo con la negra flor. Y no sabemos si mala leche, pero sí mucho carácter, y buena mano para el té con leche, es lo que ha demostrado tener Laxman Rao de Nueva Delhi. El vendedor de té más famoso de la capital hindú siempre tuvo un sueño: llegar a ser un escritor de éxito, y lo ha conseguido.

En su destartalado y célebre puesto de té callejero, Rao sirve su delicioso té con leche, y al mismo tiempo vende sus novelas en lengua hindi, que se han convertido en auténticos best sellers. El vendedor de té y escritor, fue un precursor de la autoedición muchas décadas antes de que Internet la convirtiera en la salida para tanto escritor aficionado, al que las grandes editoriales daban la espalda. Y hoy día, hasta Amazon India se enorgullece de poder distribuir la obra del vendedor de té superventas. Mientras Rao, fiel a sus infusiones, sigue sirviendo humeantes tazas de té en plena calle.

Historias estimulantes sobre infusiones y literatura que no acaban aquí. Prometemos más estímulos para combatir el aplanamiento de este verano infernal, con una segunda taza en el próximo post. Y ahora que cada uno se sirva el azúcar que necesite: cerrando como cerramos con una balada dedicada al café del grupo Garbage, nunca se corre el riesgo de empalagarnos.





Posos de café. Segunda taza

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Según las recomendaciones más extendidas, el número de tazas de café aconsejables al día no debe de superar las cuatro. Pero como también entran en juego la variedad del café, así como el estado de alteración nerviosa del consumidor: vamos a por la segunda (y de momento última) taza de infusiones vigorizantes en su relación con la cultura.

Escritores, músicos, cineastas, pintores, locos por el café, hay y habido muchos; pero tal vez el caso que ha llevado más al extremo esa relación sea el de la escritora canadiense Margaret Atwood. La autora de La mujer comestible, es una enamorada de los pájaros, y por supuesto del café.


"Ignoro por completo a los tés de hierbas, voy directamente a la verdad, al vil café. Nervios en una taza. Me anima a querer saber más"

La relación de Isak Dinesen con el café iba más allá de consumirlo. En la foto aparece con el personal de su plantación de café en Kenia


Y tanto es así, que en colaboración con la muy literaria marca de cafés Balzac's, se lanzó al mercado la variedad de café Atwood Blend: una mezcla de granos procedentes de Sudamérica y Centroamérica que combina sabores a caramelo y cacao. Desarrollada en colaboración con la propia Atwood; la comercialización de esta variedad sirve para recaudar fondos para el Observatorio de Aves de la Isla de Pelee en Canadá.

Las bellos diseños para el café diseñado por Margaret Atwood



Pero la historia tras la marca de cafés Balzac's, bien merece un inciso. Diana Olsen es la fundadora de esta marca de cafés, licenciada en Literatura francesa, fue en la universidad donde descubrió la pasión cafetera del prolífico autor de La comedia humana.

Hasta 50 tazas de café negro dice la leyenda que podía llegar a ingerir en un día, el genio de las letras francesas; no es de extrañar que en 20 años llegase a escribir hasta 85 novelas. El gran novelista del realismo francés del siglo XIX, defendía los beneficios que el café tenía para la creatividad: "el café es un gran poder en mi vida...que ahuyenta el sueño, y nos da la capacidad para ejercitar un poco más nuestros intelectos".


Olsen tras graduarse marchó a París durante un año y medio, durante el que frecuentó los típicos cafés de la capital, y fue allí donde pensó en montar una cadena de cafés bajo el nombre de Balzac.En la actualidad con once establecimientos, la cadena Balzac es una de las más importantes en Canadá; y de las más estimulantes en su concepto y diseños (como los fantásticos pósteres que lucen junto a este texto).

Y del binomio escritores y café pasamos al de los libros y el café. En inglés, a los libros de gran, gran formato, imposibles de leer como no sea en un atril o sobre una mesa, se les conoce como los coffee table books (los libros de la mesa del café).

Desplegar en un rincón de nuestro salón uno de los fastuosos tomos king size de la editorial Taschen, por ejemplo, puede tildarse de exhibicionismo cultureta. Pero sea por mero afán decorativo, o por sincero interés por la obra: para un amante del libro como objeto, el toparse con unos de esos monumentos impresos, es uno de los placeres equiparables al que provoca el aroma del café humeante en los café-adictos.


 

Carpeaux, las pin-up, Helmut Newton, Cartier-Bresson, Little Nemo, Caravaggio o el metalizado Sex de Madonna: obras XL para lucir en mesitas de café


La fotografía, el cine, la arquitectura, la pintura o la escultura suelen ser los principales asuntos que abordan estos mamotretos impresos a todo lujo. En la BRMU no tenemos mesitas de café, pero sí libros que entrarían dentro de la categoría de coffee table books. Nada más subir a la primera planta, como bienvenida a la Comicteca de adultos, luce la fastuosa recopilación de las tiras dominicales de Little Nemo; y todos los días hay más de un visitante absorto junto al atril que lo sostiene.

Sin salir de la sección, sobre otro atril, el tomo dedicado a la historia de la editorial de cómics norteamericana DC, destaca del resto por una curiosidad. Cuando el libro queda abierto por la doble página que ilustra a la edad moderna en los superhéroes (una doble página impresa en material reflectante) a mediodía se refleja un rayo de sol desde el lucernario que hay en el techo, que produce un efecto-llamada de lo más deslumbrante (somos muy dados a las epifanías en nuestra Comicteca).

Y sin salir de la planta, sólo hace falta acercarse a las estanterías de obras de consulta de fotografía, geografía o arte para descubrir auténticas maravillas transportables sólo con grúa o carretilla.




Y siguiendo con cafés y lectura, vamos a atender a una demanda de una seguidora del blog, que se quejaba de que hablásemos de erotismo, y no incluyéramos imágenes de hombres.

En Instagram se pusieron de moda, hace un tiempo, las fotografías de atractivos maromos leyendo en lugares públicos; y curiosamente, dentro de estos grupos dedicados a celebrar la belleza masculina, seguidamente, han proliferado las fotografías de guapos bebiendo café. Es una pena que no hayan pensado en unir ambas actividades, pero en respuesta a la petición de esta usuaria, aquí van unas cuantas instantáneas rescatadas de estos grupos de Instagram, que pueden tener efectos tan estimulantes como los del café.


 


En la primera taza de café hablábamos del fenómeno de Laxman Rao, de sus novelas y sus tés con leche; en esta segunda taza, para aquellos a los que no siente demasiado bien tanta cafeína, vamos a rebajarla con un poco de leche. De nuevo el grupo Garbage, que nos puso el café en la primera taza, ahora nos añade la leche con otra preciosa balada. Un delicioso café con leche servido por la carismática Shirley Mason para cerrar este duo de posts tan cargados de infusiones excitantes.


LSD (Leyendo Sin Descanso)

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Se acaban de reeditar las memorias de Timothy Leary, el mayor defensor de las bondades del LSD y demás drogas psicodélicas. Con tal motivo, Fernando Sánchez Dragó ha dejado por un momento de copular en locales públicos, (no sabemos si bajo los efectos de alguna de las drogas que estudió Leary) para escribir una semblanza sobre el escritor y psicólogo en El Mundo.

El debate público sobre las drogas, que al socaire de la irrupción sobre todo de la heroína, dio para tantos programas sensacionalistas en los 80, parece restringido actualmente a la crónica de sucesos. Antonio Escohotado ha dejado de ser el blanco de ataques por parte de tanto demagogo mediático; que confundía el problema social de la drogodependencia, con el acercamiento cultural, histórico y antropológico que el filósofo Escohotado proponía.

Un libro cuyo título lo dice todo
En una interesante y reeditada entrevista, Escohotado no se reconoce demasiado identificado con Leary, pero es curioso como los dos estudiosos de campos lisérgicos demostraron (en el caso de Leary) y demuestran aún (en el caso de Escohotado) resultar de lo más clarividentes a la hora de analizar y explicar el tiempo que les ha tocado vivir respectivamente.

En el caso de Leary, sus últimos años estuvieron volcados en su interés apasionado (como todo en él) por la cibernética. En la conferencia que pronunció en su visita a Artfutura en 1990, ya planteaba una visión sobre el futuro de la humanidad escindida entre la realidad palpable y la virtual; y 25 años después, la crónica de la actualidad corrobora muchas de sus alucinaciones futuristas.

A Leary no le sorprendería lo más mínimo la noticia que indica que: los jóvenes resultan ser una generación hiperlectora, y que leen mucho más que sus antepasados. La diferencia es la multiplicidad de medios y soportes en los que llevan a cabo esa lectura. Una lectura multiforme, repleta de hipervínculos, imágenes estáticas y en movimiento, que proponen una experiencia que no queda tan lejos de esas alteraciones de la realidad que, en los tiempos de Leary, proporcionaban las drogas psicodélicas.


Cazador de sonrisas, un estimulante cómic
sobre un dentista que experimenta con el LSD
Esas otras dimensiones que en la cultura hippie de los 70 proporcionaban las drogas; ahora las proporciona esa realidad virtual que actúa de manera menos agresiva en nuestro sistema nervioso, pero que aspira cada vez más a interferir en  nuestros sentidos. Las gafas de Google, las aplicaciones que monitorizan nuestros constantes vitales, la ropa inteligente…Como se lleva repitiendo continuamente en los últimos tiempos el campo de acción del denominado "Internet de las cosas"(los objetos interactuando permanentemente con nosotros) será el cuerpo humano.

Si en las representaciones que se suelen hacer de los "viajes" que proporcionaba el LSD u otras drogas alucinógenas; los objetos cobran vida e interaccionan con el sujeto: ¿qué diferencia de base hay con las alucinantes propuestas que ahora nos proporciona la tecnología?

El Internet de las cosas: cosas empáticas
¿No empatizamos con otras personas y vamos a empatizar con las cosas?

Timothy Leary, Antonio Escohotado o Carlos Castaneda (por sumar otro nombre de referencia en esto de indagar antropológicamente en el uso de las drogas) ahondaron en las culturas indígenas, y el mundo de los chamanes, en su uso de alucinógenos para contactar con los dioses, para alcanzar otros niveles de percepción ¿Será la tecnología el chamán de la tribu global?, ¿será Internet la nueva deidad que nos transportará a otra dimensión?

Pero antes de que se nos sigan elevando los pies del suelo con cuestiones tan elevadas, vamos a centrarnos en viajes mucho más terrenales para concluir. En el municipio rumano de Cluj-Napoca, no hay que pagar billete para usar el transporte público si, mientras se hace el recorrido, se está leyendo un libro. Una manera harto ingeniosa de fomentar la lectura; y en la que se une el concepto de viaje, con la otra dimensión que proporciona la lectura. Eso sí, ahorrándonos las facturas psicológicas y físicas que, en muchas ocasiones, acarreaban los otros "viajes" de los que nos hemos ocupado en este post.

Según las últimas revelaciones, parece ser que Shakespeare
fumaba algo más que tabaco en su pipa

Como hilo musical para este post, teníamos un infinito catálogo en el que escoger. Si es larga la nómina de escritores que han usado las drogas como estímulo creativo, si hablamos de músicos, la lista podría ser eterna. Y un nuevo apunte que refuerza esa correlación entre estos tiempos hipertecnologizados que vivimos, y esos años del siglo pasado, en los que la psicodelia impregnaba la cultura popular: no deja de ser significativo que últimamente surjan tantos grupos de música que retoman la psicodelia (MGMTTame ImpalaThe Flaming LipsMoodoïd, etc…).

Pero como no queremos ser demasiado obvios, nos vamos a quedar con el vídeo del colectivo independiente de rap Chinese Man en colaboración con La Yegros Todo un viaje psicodélico plenamente placentero sin correr ningún riesgo.




Las bibliotecas nos dieron el poder

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La urgencia de leer

Hace poco más de un año, en el post Bibliotecas-nido contra Godzilla, fue la última vez en la que hablamos de la biblioteca como refugio en situaciones límites. En plena vorágine de dramáticas noticias sobre los refugiados que estos días están llegando a Europa, cuando palabras como: solidaridad, acogida, puertas abiertas, humanidad o deber moral: proliferan en columnas y noticias de todos los medios; resulta positivo que la palabra biblioteca, también haya aparecido en alguna de esas noticias.

El último en pronunciarla ha sido el padre Ángel, fundador de la Asociación Mensajeros de la Paz, que en unas declaraciones a cuenta de la labor que su asociación está realizando para traer refugiados a nuestro país; se plantea la posibilidad de que las bibliotecas (entre otros locales pertenecientes a la administración), se conviertan en centros de acogida. Soluciones drásticas ante situaciones extremas. Pero en este post, más que de campamentos de refugiados montados en bibliotecas, vamos a hablar de bibliotecas montadas en campos de refugiados.

Biblioteca de Bubisher en los campos de refugiados saharauis


En España la organización Bubisher (Bibliotecas y bibliobúses para los refugiados saharauis), lleva desde el 2008, proveyendo de libros en castellano a los campamentos de refugiados saharauis en los alrededores de Tinduf-Argelia.

En Francia, Bibliotecas sin fronteras, arrancó un año antes que Bubisher, y ya está presente en 20 países con el respaldo de escritores, académicos y hasta ocho Premios Nobel. La organización francesa entró en contacto con el prestigioso diseñador Philippe Starck para diseñar un fantástico artilugio que pudiera transportar la cultura a cualquier rincón del planeta: la Caja de ideas.
El icónico exprimidor de Starck

Tras clásicos del diseño como el exprimidor Alessi, la silla Ghost o el hervidor Hot Bertaa; el talento de Starck se puso al servicio de una labor humanitaria para concebir un dispositivo portátil que permitiera montar una mini-biblioteca en pocos minutos. Dotada con su propia fuente de energía, la Caja de ideas contiene libros, un ordenador portátil, películas, así como acceso a Internet; y puede montarse en menos de 20 minutos, en un espacio de poco más de 90 metros cuadrados. De esta manera, refugiados en Burundi, Jordania o el Líbano, ya tienen mini-bibliotecas gracias a las Cajas de ideas de la organización francesa.




La genial Caja de ideas diseñada por Starck: cerrada y una vez desplegada


Y si Bibliotecas sin fronteras, fue fundada por el historiador Patrick Weil: ahora ha sido una profesora de inglés, la que ha decidido crear una biblioteca en el campo de refugiados que ha surgido en la localidad francesa de Calais, junto al Canal de La Mancha.

Mary Jones, que así se llama la profesora, quería ayudar a los refugiados que esperan poder acceder a Reino Unido, y a través de donaciones, y apoyada por voluntarios, ha creado este espacio con el nombre de Libros de la jungla. Un lugar en el que los acampados pueden aprender inglés, y evadirse gracias a los libros disponibles.

La Jungla de los libros en el campo de refugiados en Calais


En cualquier lugar, y aún en cualquier circunstancia, la cultura puede actuar de salvavidas. Ya lo decíamos en  Bibliotecas low cost: "es el instinto por sobrevivir más allá de lo básico, de preservar la dignidad a través de la cultura". Y eso es lo que hace Al, un indigente que vive bajo un puente en la ciudad de Toronto, y que en su "campamento" ha creado una pequeña biblioteca libre dentro de una caja de cartón. 

Harto de ser expulsado de muchas bibliotecas a las que iba para leer y guarecerse, Al junto con un colega, ha ido acumulando libros que en muchos casos les donan los propios vecinos de la zona, que observan su amor por la lectura.


El "apartamento" de Al bajo un puente de Toronto

Una biblioteca pequeña, por cuestiones eminentemente prácticas, ya que en caso de desalojo (algo habitual), el transporte de sus bártulos ha de ser rápido y ligero. Mientras tanto, Al ve crecer a su pequeña biblioteca, que quiere convertir en biblioteca de intercambio; y que los libros circulen con la misma libertad con la que él se plantea el día a día.
Cartel completo de la campaña La urgencia
de leer de Bibliotecas sin fronteras


La canción  A design for life (Un diseño para la vida) de los Manic Street Preachers, arrancaba con el verso:  "las bibliotecas nos dieron el poder", y no podemos estar más de acuerdo. Al abordar temas tan sensibles como la situación de los refugiados o los indigentes: siempre se está al filo de caer en la manipulación sensiblera de un predicador callejero maníaco.


Pero, en muchas ocasiones, la única manera de llamar la atención pasa por acciones desesperadas: como cuando en plena guerra de los Balcanes, la ganadora y demás participantes del concurso de belleza de Miss Sarajevo, portaron una pancarta con la leyenda Don't let them kill us (No dejes que nos maten). 

El odiado/amado Bono de U2, se unió a Pavarotti, para conmover sin miedo a caer en lo lacrimógeno, con un tema inspirado en este hecho, que no entiende de sutilezas a la hora de apelar a las conciencias a través de las emociones.


Fuente: Actualitte

Reality de biblioteca

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Andrea Caracortada, la periodista de Kika,
pertrechada para el sensacionalismo
España tiene el dudoso honor de ser el país que más ediciones del programa de telerrealidad Gran Hermano acumula. Fue allá por el 2000 cuando la autodenominada cadena amiga, que más formatos (que no contenidos) innovadores ha importado o creado: compró los derechos del formato televisivo ideado en Holanda; y que ha invadido, en sus diversas variantes, las parrillas televisivas de todo el mundo.

Y justo cuando se anuncia una nueva edición de esa “experiencia sociológica”, en la que Mercedes Milá querría abrir la casa a los refugiados sirios (sic); y que ha saturado el panorama televisivo plasmático (ya no se puede decir catódico) de ninis, chonis y demás fauna ectoplasmática: ¿qué hace el blog de una biblioteca hablando de realities?

Pues porque nadie está libre de pecado, y pese al descrédito que arrastran este tipo de programas que a tenor de sus presentadores, toda España ve (audiencias de 4-6 millones, cuando españoles somos unos 46 millones); en el mundo bibliotecario la telerrealidad también es una realidad.



Las escritoras Germaine Greer, Lucía Etxebarría, Isabel Pisano, el director de cine Ken Rusell o el cantante punki Johnny Rotten: son algunos de los concursantes en distintos realitiescuyas obras lucen en las estanterías de nuestra biblioteca. Y si bien, ninguno de ellos debe su fama a lo que muchos consideran el episodio más bochornoso de sus respectivas carreras: no es improbable que si llega a buen puerto el proyecto de una productora televisiva de Miami, en breve, al igual que tenemos discos de Bisbal, Bustamante o Chenoa: la obra literaria del ganador de un reality, luzca en nuestras estanterías (aunque lo de OT era un talent show, algo se supone con más respetabilidad).


El jurado del talent show para escritores Masterpiece

El escritor…Un reality de novela, es el título del proyecto televisivo que la productora Only Productions quiere poner en antena próximamente. Al igual que se han evaluado las habilidades canoras, culinarias, seductoras, danzarinas o de supervivencia: ahora se evaluará el talento literario de 12 jóvenes escritores.

Una comedia sobre la Italia de la telerrealidad
No es algo nuevo, ya hace dos años la televisión italiana anunció un programa de similares características bajo el nombre de Masterpiece (Obra maestra), en el que el premio para el vencedor consistía en un contrato editorial y una fuerte campaña de publicidad. Y en el 2012, en el I Premio Global Village de Novela en México, el premio para los autores de las diez mejores novelas seleccionadas: consistía en participar como concursantes en el reality show El juego de los escritores (¿deberíamos plantearnos algo así para nuestros exitosos talleres de escritura creativa?)

El concurso italiano llegó a coronar a un ganador, pero su audiencia fue tan baja, que las aspiraciones de vender el formato a cadenas de otros países se vieron frustradas. Y a tenor de un artículo del blog Writer beware  (Cuidado con el escritor), el listado de fracasos televisivos a la hora de unir espectáculo y literatura ocupa varios cajones en las productoras de televisión.

Y es que como se lamentaba Vargas Llosa en su ensayo: “en la civilización del espectáculo el intelectual sólo interesa si sigue el juego de moda” Claro está, que repasar lo que de manera tan sensata planteaba Vargas Llosa, mientras se miran con el rabillo del ojo sus imágenes junto a Isabel Preysler, en la fiesta de Porcelanosa en Nueva York: puede resultar una de las experiencias más paradójicas de nuestro tiempo.

La fina línea que separa a la civilización del espectáculo

Bayly y su novela sobre 
corrupción y medios
La delgada línea que separaba a la civilización del espectáculo ha resultado ser de papel cuché, para regocijo del paisano de Vargas Llosa: el literato (pero también estrella televisiva) Jaime Bayly que habiendo abrazado desde el principio en su literatura referentes de la cultura popular: le ha dedicado varios artículos al romance; demostrando que los escritores puede ser tan buenos como los ninis, a la hora de dar espectáculo tirándose los trastos a la cabeza públicamente.

Lo que no alcanzamos a imaginar es la razón por la cual a ninguna lumbrera televisiva se le ha ocurrido aún montar un reality en una biblioteca. Como cualquiera que haya visitado una, sabe por experiencia propia: en la biblioteca todo se magnifica.

A ver, ¿en qué otro lugar podría darse un casting más heterogéneo que en una biblioteca?;  ¿dónde hay más rincones para ponérselo difícil a las cámaras, y practicar el flirteo entre estanterías?; ¿dónde la emoción llega hasta las lágrimas cuando un usuario localiza disponible la siguiente temporada de su serie favorita?; o ¿dónde se podría ambientar mejor un concurso de supervivencia para ninis y chonis que en una biblioteca? Por no abordar cuestiones de personal y presupuestos, con las que ya entraríamos en el subgénero de las snuff movies.

La biblioteca en el siglo XXI: un entorno para la supervivencia

El caso es que como aseguran en este divertido y completo repaso a la historia de los realities en España: el formato ha llegado para quedarse. E igual que las denostadas españoladas del cine de los 60, ahora son magníficos documentos sociológicos para estudiar aquellos años: los realities lo serán, o más bien, ya lo son, para estudiar la sociedad de nuestro tiempo. Del landismo al chonismo: toda una evolución de nuestra sociedad a través de las pantallas.

Y si se trata de películas que han capturado con maestría nuestra realidad más inmediata, pocos lo han sabido hacer tan bien en las últimas décadas, como Pedro Almodóvar. En su vapuleada Kika, esperpentizó en el personaje de  la presentadora destroyer Andrea Caracortada, esa explotación del morbo que se ha convertido en figura de estilo del discurso de los medios de masas. Lo peor del día, un buen título para acabar este post.




Lecturas en gotelé

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Esculturas con libros de Wim Botha

Es duro decirlo así de claro, pero cada vez quedan menos dudas de que el gotelé tiene los días contados. Ni los que viven solos tendrán el consuelo de esas paredes rugosas para aliviar los picores repentinos en la espalda; ni nadie instruido en la lectura en Braille, podrá recrearse en los crípticos mensajes que escondían las paredes grumosas pintadas con dicha técnica.

Desde que las caras de Bélmez demostraron que los suelos (y quien dice suelos, dice paredes) podían enviarnos mensajes: todo nos llevaba al gotelé, y su infinito poder para sugerir formas. Muchos, lo achacarán a simples tendencias en la decoración de interiores; pero nosotros sabemos que no: acostumbrados a ir siempre un poco más allá; nosotros sabemos que al gotelé, como a tantas otras cosas, lo ha fulminado lo digital.

Las paredes lisas y la resurrección del papel pintado, han terminado por darle el toque de gracia. La burda, pero eficaz, pericia del gotelé para disimular defectos, no tiene cabida con las superficies aceradas y asépticas que exige lo digital. Por eso en las escuelas rumanas (no sabemos si tendrán gotelé) las bibliotecas escolares puede que terminen desapareciendo sustituidas por papel pintado en las paredes.


Las bibliotecas digitales para empapelar paredes

Se trata de las bibliotecas en papel que están instalando en las escuelas de dicho país, la compañía de telecomunicaciones Vodafone. Con motivo del Día Internacional de la Alfabetización, se han empapelado los pasillos de los colegios rumanos con estas estanterías unidimensionales, en las que los estudiantes pueden descargarse los libros gracias a los códigos QR que llevan cada uno de sus lomos.

Un clásico de los 80 a la hora de
 forrar carpetas
Pero no sólo las escuelas, también en centros comerciales, estaciones de tren o autobuses, la compañía está empapelando las paredes con estas estanterías virtuales. El siguiente paso, será permitir que los propios usuarios puedan diseñar los papeles con los libros que quieran que formen parte de su Biblioteca digital , y así luego empapelar las paredes de sus hogares.

Lo que no sabemos es si estos papeles servirán también para forrar los libros de texto y las carpetas de adolescente, todo un clásico de instituto. Sería todo un invento, llevar la biblioteca a cuestas impresa en la carpeta del colegio. Aunque mucho nos tememos que sería una moda  pasajera, tras la novedad, emergerían cual caras de Bélmez los rostros de Rihanna, One direction o el ídolo de masas púberes del momento.

Las caras de Bélmez: precursoras del gotelé

"Las caras de Bélmez quisieron hablar, la prensa amarilla las hizo callar sin más..." que cantaban Alaska y Dinamara en uno de sus temas más esotéricos. La pareidolia o fenónemo psicológico por el cuál un estímulo difuso es percibido erróneamente como una forma reconocible, tenía un campo abonado en el gotelé; pero parece ser que pese a nuestros augurios catastrofistas, también pervive en lo digital.

Algo tan siglo XXI, tan digital, aséptico y alejado de la España profunda de Bélmez (y del gotelé) como los Google Maps, llevan años registrando "caras" en la geografía terrestre. Tanto es así, que hasta existe una web, Google Faces, que reúne algunas de las formas más caprichosas de la naturaleza a la hora de semejar señales de las que tanto gustan en programas tipo Cuarto Milenio.

Una de las caras detectadas por el satélite de Google Maps

En la BRMU, lo más cercano que hemos estado a la pareidolia fue cuando sufrimos goteras; y desde que afortunadamente se solucionaron, no nos faltan libros con los que seguir imaginando cosas. Sin necesidad de agudizar la vista, los libros, sea leyéndolos, o esculpiéndolos como hace el artista sudáfricano Wim Botha: siempre nos desvelan mil formas e ideas en las que recrearnos.

 




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