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Sintiendo lecturas

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Willian Castle, maestro del impacto
Ya comparamos en Mutaciones librescas, el momento que está viviendo la lectura impresa versus lectura digital, con la confrontación entre cine y televisión allá por los años 50 del pasado siglo.

Siempre ha sido así, cada vez que surge un nuevo medio, lo anterior teme perder su hegemonía, y se remueve intentando conservar a su público. El director de serie B, William Castle, ha quedado como una figura paradigmática en este sentido. Castle, un avezado negociante, no ahorró disparates para vender sus películas de terror a base de “valores añadidos”, que hacían volver al cine a su originaria condición de atracción de barraca de feria.

Butacas que se movían en determinadas escenas, máquinas de humo para ambientar la sala, esqueletos colgando del techo, actores disfrazados que, cual tren de la bruja, aparecían en mitad de la sala. Todo valía con tal de impactar, y hacer que el público eligiera las emociones en vivo de las salas de cine, antes que el amodorramiento doméstico de la televisión.

El libro que hace sentir a la fuerza
Y aunque con coartada cultural, y mucho menos chusco, algo parecido propone la Sensery Fiction, o Ficción Sensible: lecturas que provoquen reacciones físicas en el lector. Un nuevo juguete que deriva de la tecnología wearable, o lo que se ha dado en llamar ropa inteligente. El libro titulado La chica que estaba enchufada (no, no creemos que la trama verse sobre ninguna trabajadora pública), se ilumina según la página que se vaya leyendo para crear ambiente, y al mismo tiempo, el lector lleva ajustados al cuerpo los sensores necesarios para que provoquen las sensaciones que se describen en el texto.

Electroestimulación facial de Daito Manabe

Algo así como los electroestimuladores del teletienda para tonificar los músculos (con esas impagables amas de casa sonrientes, mientras los electrodos sacuden espasmódicamente sus protuberancias), pero aplicado al sentimiento. El artista y programador japonés Daito Manabe, lleva años utilizando la eclectroestimulación facial a ritmo de la música en sus vídeocreaciones, pero a tenor de las expresiones de los protagonistas de su obra, no parece que la experiencia sea muy placentera.

Moda wearable
Pero volviendo a la literatura, desconocemos el alcance de la tecnología wearable, pero obviando al género erótico por facilón: ¿será capaz de hacernos sentir el vivificante aire de los Álpes en el rostro, como lo siente Hans Castorp en La montaña mágica?, ¿los escalofríos que siente la institutriz en Otra vuelta de tuerca? o ¿las palpitaciones de Catherine en los encuentros furtivos con Heathcliff en las Cumbres borrascosas? La tecnología puede provocarnos sensaciones, pero el único invento que puede estimular los músculos de la emoción sigue siendo el cerebro de los autores.

Y de músculos y estímulos, se nutre la campaña que lleva desarrollando desde hace años, una conocida marca de cosméticos masculinos. Se trata de una serie de spots televisivos protagonizados por el enérgico Terry Crews. Ninguno tiene desperdicio, pero el que seleccionamos no puede resultar más idóneo para este post. Músculos espasmódicos al servicio de una fanfarria.



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