
En un reciente artículo del semanario de moda de El País, se recoge una nueva tendencia que nada tiene que ver con ropa, perfumes o peinados. Se trata de la literatura tupperware, o lo que es lo mismo, la moda de reuniones literarias en las que algunos libreros presentan novedades editoriales como antes se presentaban envases para conservar alimentos, o juguetes sexuales en los populares tupper sex.
Ya de por sí asociar a la literatura con los tupper, hará arrugar la exquisita nariz a más de uno imaginando qué tipo de títulos monopolizarán dichas reuniones, que les llevarían al sobrenombre despectivo de literatura para marujas.
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Alternativas de calidad a las 50 sombras |
Desde hace años la todopoderosa estrella de la televisión norteamericana Oprah Winfrey, pone todo su potencial populista al servicio de la literatura, a través de sus influyentes clubes de lectura. La diva catódica utiliza su inmenso poder mediático explotando una faceta de crítica literaria a través de sus shows primero, y recientemente, a través de la web. Ser elogiado o recomendado por Oprah es un pasaporte directo a convertirse en best seller, y los autores ensalzados por la estrella, no son necesariamente carne de grandes superficies.
JonathanFranzen, Cormac McCarthy, Gabriel García Márquez, William Faulkner, LeonTolstoi o Toni Morrison, se entremezclan en desprejuiciada mescolanza con Ken Follet, Maeve Binchy, o Bill Cosby. ¿Las consecuencias de todo ello?, que en el ranking de libros más vendidos en los Estados Unidos, muchas de las primeras posiciones las ocupan libros recomendados por la presentadora.
Y si tanto copiamos a los americanos (en series, formatos de programas, modas, cine…), ¿por qué a nuestras divas catódicas no les da por copiar a la norteamericana en esta idea? Sin ir más lejos. Ana Rosa Quintana ha trasladado con éxito la idea de publicar una revista con su nombre AR, tal y como lleva años haciendo Oprah (claro está, que en el caso de Ana Rosa, es comprensible que rehúya todo lo relacionado con la literatura tras su experiencia como escritora)
Pero, ¿y el resto de nuestras divas?, ¿por qué Mercedes Milá entre reality y denuncia no vuelca toda su vehemente tirón mediático en fomentar la lectura, como ha hecho con tantas otras causas sociales?, ¿o la eterna María Teresa Campos aprovecha su veteranía para seducir literariamente a sus espectadores?, ¿será que el incisivo Michel Houellebecq tenía toda la razón del mundo cuando en su novela La posibilidad de una isla, escribía que sintonizar un programa cultural en España:
"era más que un azar, era un milagro, porque los programas culturales son raros en la televisión española, los españoles no aman los programas culturales, ni la cultura en general, es un territorio que les resulta profundamente hostil, a veces se tiene la impresión, cuando se les habla de cultura, de que se les hace una especie de ofensa personal"En fin es una idea, igual enemiga de los audímetros, pero que nosotros dejamos ahí por si alguna diva o divo televisivo de nuestro país, se atreve a ponerla en práctica entre tanto edredoning, escándalo prefabricado, cantantes en serie, lacrimógenos reencuentros o denuncias acuna-conciencias.