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Bibliotecas, el paraguas de la comunidad |
Cualquiera que haya seguido un poco este blog, sabrá de lo vendido que está al signo de los tiempos. Por eso, sólo nos faltaba recurrir a relatos lacrimógenos en plan programa de reencuentros televisivos, para intentar mantener enganchada a la audiencia. Las historias de este post bien se podrían narrar con una voz afectada de falsa emoción, sobre una música de fondo que hiciera aullar de tristeza hasta a un pitbull.
Pero afortunadamente aún nos resta cierto pudor, y además, Reyna, MK y Jesmyn, que así se llaman los protagonistas de estas historias, no son fácilmente reducibles a estereotipos para vender como carne de dramón.
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Reyna Grande y su autobiografía |
La vida de Reyna Grande en Los Angeles, pese a la rimbombancia de su nombre, nada tenía que ver con alfombras rojas. Hija de emigrantes mexicanos, su infancia transcurrió en barriadas donde la violencia pandillera campaba a sus anchas, y el alcoholismo de su padre, hacía de su hogar un territorio tan hostil como las calles.
Cuando empezó a usar gafas, un familiar le dijo burlonamente que parecía una bibliotecaria, y no hubo mejor halago para ella. Fue el bibliotecario de la sucursal Arroyo Seco de la Biblioteca Pública de Los Angeles, quien le fue recomendando lecturas, que alimentaron su ya innata afición por escribir, y han terminado llevándole a acumular premios literarios por novelas como Across a hundred mountains o Dancing with butterflies.
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MK Asante, "uno de los mejores narradores americanos" según Los Angeles Times |
En el otro extremo de los Estados Unidos, en Filadelfia, MK Asante, también se crió en una familia de las que los servicios sociales calificarían como desestructurada. Con un hermano encarcelado, asistiendo a una escuela que más bien parecía una cárcel, y buscándose la vida trapicheando con drogas. La recomendación del clásico de Kerouac, En el camino, por parte de un profesor, fue el detonante de un cambio de rumbo que ha terminado por convertirle en un escritor de éxito, director de cine, profesor, y hasta músico de hip hop.
La historia de Jesmyn Wardacumula penurias propias de una película muda de Lillian Gish o Mary Pickford. Nacida al sur del Mississippi en una familia pobre y con padres separados, su historia acumula las muertes prematuras de varios de sus hermanos, intentos de violación y una desvencijada casa de madera, en la que la única escapatoria eran los mundos que le ofrecían los libros. El final feliz llegó con el National Book Award con el que fue galardonada su segunda novela: Salvage the bones.
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Jesmyn Ward |
Aprovechando lo edificante de estas historias, sería el momento adecuado para soltar la moraleja final sobre libros y bibliotecas como refugios ante la adversidad, que tan bien quedaría para celebrar el Día de la biblioteca. Pero en vez de eso, mejor continuamos con una noticia que demuestra sin ápice de sentimentalismos: lo práctico y beneficioso que aportan las bibliotecas.
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Nueva York bajo la amenaza de Sandy |
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El viento, obra maestra de Victor Sjöström |
Los asépticos datos estadísticos corroboran el concepto de biblioteca-refugio, sin necesidad de forzar sentimentalismos. Pero por acabar con algo de lirismo barato, diremos que las bibliotecas son como Lillian Gish en la joya silente El viento: resistiendo los vendavales más furiosos, mientras buscan su sitio en el ojo del huracán digital. Pura verborrea digna de un obsceno show televisivo del lagrimón.